Del estilo a la materialidad. Notas sobre el artículo de Luisa Elena Alcalá “La pintura en los virreinatos americanos: planteamientos teóricos y coordenadas históricas”1

Este artículo opera como introducción a un amplio proyecto académico que busca localizar, sintetizar y trazar sistemáticamente los problemas en torno a las singularidades de la pintura en hispanoamérica en un lapso de tiempo que abarca los tres siglos virreinales. Es un texto que presenta las propuestas historiográficas más recientes, en debate o afiliación con las nociones más tradicionales de la historia del arte como son el canon, los modelos, la tradición local, las estrategias de representación, el significado de las imágenes, la biografía del artista y las convenciones representativas –por mencionar solo algunas–, para concluir con una reformulación del concepto de “estilo”, entendido como aquello que define a las producciones pictóricas de los virreinatos americanos. Al final se enumeran una serie de características y condicionantes que buscan establecer la identidad de un arte pictórico que, de acuerdo con la autora, es decidida y claramente “reconocible”.

     La idea de la pintura hispanoamericana como un conjunto reconocible pareciera tener pretensiones ecuménicas y desbordadas, sin embargo, a lo largo del texto adquiere el sesgo de pugnar por la delimitación de los estudios y la búsqueda de las identidades en los diversos contextos, geografías y realidades de los virreinatos americanos.

     Se trata de una valiente iniciativa que se configura como una síntesis de la producción pictórica americana y pone énfasis en su marco teórico a las aportaciones que en años recientes ha recibido la historia del arte de disciplinas afines y de diversos postulados teóricos como los derivados de los estudios decoloniales, la historia de las imágenes, la geografía o la antropología del arte. No deja fuera los problemas intrínsecos a la terminología dentro de la historiografía del siglo XX y sobre todo, destaca como una tarea principal e irresuelta la definición del lugar epistemológico que corresponde a la pintura virreinal dentro de una historia del arte general –cuando se ha cuestionado incluso el estatus de las producciones pictóricas americanas como obras de arte–.

     El texto también aborda problemas centrales como el de las obras anónimas, la falta de fuentes o de información de primera mano sobre las comisiones, el descubrimiento de los ciclos pictóricos como resultados de las iniciativas de restauración del siglo XX y sobre todo, el de la delimitación de los contextos en tiempo y lugar. Y afirma que justamente debido a las dificultades y a las particularidades de cada una de estas circunstancias, los estudiosos han buscado maneras creativas y audaces para la explicación de las imágenes y los objetos americanos.

     Considero que una contribución novedosa del artículo es que destaca la falta de estudios en relación con la dimensión material y tecnológica de la pintura virreinal, tema que goza de escasa literatura actualizada y en el que he desarrollado mi propia investigación desde hace algunos años. Luisa Elena Alcalá afirma acertadamente que “el aspecto que menos conocemos de la práctica pictórica durante el periodo virreinal es el que se refiere a las cuestiones técnicas, los materiales que utilizaban y la organización de los talleres”; y no solo eso, para el caso novohispano tampoco sabemos sobre la formación teórica y práctica de los linajes artísticos, la pervivencia de las soluciones técnicas de los artistas que cruzaron el Atlántico estableciéndose en tierras americanas ni cuestiones relacionadas con el comercio de los materiales o con el aprovechamiento de la sabiduría local en cuanto a la obtención y preparación de las materias primas locales. Sin duda, los modos de pintar, los procedimientos del obrador y las referencias al conocimiento de los materiales propios de una localidad son claves también para entender los procesos históricos y culturales imbuidos en la práctica de la pintura. 

     En definitiva creo que los modos de pintar, las soluciones prácticas de los obradores y la selección intencional de los materiales que dan forma y estructura a una imagen u objeto cultural, tejen también una vía de explicación que ayuda al historiador del arte a explorar cuestiones sobre las actitudes, comportamientos y creencias de las sociedades del pasado; sobre la historia a partir de manifestaciones tangibles de la cultura.

     Ya en el libro de Gabriela Siracusano sobre los colores en el arte andino se establecía la relevancia de considerar la materialidad de las obras como indicio de su significado, su experiencia y su devenir en el tiempo. Esta sugerente propuesta radica en destacar el papel de "documento" implícito en la conformación material de un objeto cultural.2

     En esta perspectiva de estudio es inevitable hacer referencia a las consideraciones más bien teóricas sobre la “presencia” o el “cuerpo” de las imágenes, que siguiendo a Hans Belting, sostienen la idea de que el medio que compone una imagen opera como una metáfora del cuerpo humano.3 Ahí la figuración o apariencia, es decir, el campo de lo visual, tiene lugar gracias al funcionamiento de los órganos vitales, los mecanismos de operación de la estructura interna del objeto.

     Llevar la explicación de los materiales hasta su relación con las prácticas culturales, económicas y sociales de una época y lugar requiere establecer un modelo de interpretación y una metodología ad hoc, para lo cual el historiador del arte debe apoyarse en otras disciplinas, sobre todo científicas. La explicación material de las cosas es el resultado de un trabajo de investigación forzosamente interdisciplinario donde las inferencias derivadas de una serie de evidencias materiales e históricas van dando sentido a la escritura de la historia (el entrecruzamiento de las fuentes y los documentos de archivo con la información que ofrecen los propios objetos). Una evidencia, de acuerdo con Carlo Ginzburg, es el fragmento que abre una ventana a través de la cual vemos solo un aspecto de la realidad.4 Entre más evidencias, más posibilidades de conocer el pasado. Quizá en esto radica el hecho de que este campo de conocimiento haya sido tan poco explorado.

 

1. Alcalá, Luisa Elena. “La pintura en los virreinatos americanos: planteamientos teóricos y coordenadas históricas”. En Pintura en Hispanoamérica 1550-1820, eds. Luisa Elena Alcalá y Jonathan Brown, 15-68. Madrid: El Viso, 2014.

2. Siracusano, Gabriela. El poder de los colores. De lo material a lo simbólico en las prácticas culturales andinas. Siglos XVI-XVIII. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica de Argentina, 2005.

3. Belting, Hans. An Anthropology of Images: Picture, Medium, Body. Princeton: Princeton University Press, 2011.

4. Ginzburg, Carlo. “Checking the Evidence: The Judge and the Historian”. Critical Inquiry 18, no. 1 (1991): 79-92.